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Si al ser humano
antes de comenzar el periplo de la vida se le ofreciese un
avance de lo que va a ser su existencia, a buen seguro, muchos
declinarían la oferta de la vida y optarían por no iniciarla.
Sin embargo, la persona de la que habla el ventanuco hubiese
apostado por la vida porque era un luchador nato a pesar de un
final tan cruel.
Conocí a Víctor cuando yo tenía 10 años y el 14. Han pasado 35
años y recuerdo perfectamente el día que apareció por aquí.
Vino con José, el barbero ó José, el sillero, un hombre que
ahora ronda los 83 años y que a lo largo de su vida ha
ejercido de barbero y de sillero.
Víctor había acabado los estudios en la escuela y buscaba
trabajo. Así que vinieron donde mis tíos que tenían una
fábrica de muebles.
Estuvieron hablando, en la delantera de mi casa, con mi padre
y uno de mis tíos.
Todo lo hablaba José, el barbero. El chaval casi no despego
los labios.
A los pocos días Víctor empezó su trabajo en el taller de
muebles. En aquella época yo me pasaba todo el día pegada a
los pantalones de mis tíos por lo que el taller era mi lugar
de juegos y Víctor comenzó de pinche junto con otros dos
amigos suyos. Era pequeño, delgado, muy simpático, trabajador
y muy buena gente. Un ser noble.
Pasó su adolescencia trabajando en el taller y viviendo en la
casa de sus padres en el barrio de Cereceda (Nava) a escasos
tres kilómetros de la fábrica.
Pasó sus escarceos amorosos y alguna que otra borrachera y
también algún que otro golpe con el coche.
Se casó y tuvo hijos.
Cuando llevaba 25 años en el taller empezaron los problemas
entre mis tíos y la empresa que habían creado acabó dividiendo
a toda mi familia, siempre por cuestiones monetarias y de
herencias. Mis tíos acabaron odiándose después de 50 años
juntos.
La empresa pasó a uno de mis tíos pero los empleados de toda
la vida se fueron marchando y sólo quedó Víctor hasta que mi
tío se vio obligado a venderla.
La fábrica se la vendió a un empresario vasco. Después ese
empresario la vendió o la alquiló a Víctor y otros dos socios.
Y aquel niño de 14 años que empezó de pinché acabó dirigiendo
la empresa, y lo mismo que José, el barbero, le trajo a él
pues él fue trayendo empleados y trabajando como el que más.
En su camino se cruzó con gente un poco “ligera de cascos” y
ya se sabe que con esa gente siempre se tiene las de perder
pero él fue limando las situaciones embarazosas con calma y
serenidad. En dos ocasiones le vi perder los nervios en sendas
discusiones con la misma persona.
Acabó separándose de su mujer y ya en el verano del 2005 era
un hombre feliz, volcado en sus hijos y en sus proyectos
empresariales.
A su hija le acababa de comprar un coche y a su hijo le había
hecho una piscina enorme para que llevase a todos sus amigos.
Hay veces, que los padres proyectan en sus hijos todo lo que
ellos no han tenido y se olvidan de lo más importante que es
su formación. Luego no es de extrañar que muchos hijos vean a
sus padres como un cajero automático.
Se le veía contento dentro de su carácter sereno y trabajaba
de sol a sol. Venía a la fábrica a las 7h. de la mañana y
muchos días se iba a las 10h de la noche.
Yo pensaba:-¿Cómo aguantará tanto tiempo haciendo armarios,
camas, mesitas…?
En las Navidades del 2005 hizo dos viajes a un país del Este,
creo que se había echado una novieta rumana.
El miércoles 9 de febrero del 2006 nos ayudó en la matanza del
cerdo junto con sus compañeros de trabajo. Hacia las 12h del
mediodía dijo que se iba a casa a acostarse un rato porque no
se encontraba bien. A las 12h de la noche se encontraba en el
hospital de Cruces sin poder mover el cuerpo y con respiración
asistida. Una persona que no había cogido la baja laboral en
su vida.
Su situación era critica, solo movía la cabeza.
Fueron pasando los días, los meses y Víctor no recobraba
movilidad. Un virus en la médula ¿Qué tipo de virus?, ¿Cómo
combatir el virus? Todo incógnitas. Hoy un tratamiento, mañana
otro y nada.
Llegó el verano 2006 y era una cabeza pensante. Era consciente
de su situación: tetrepléjico y enganchado a una máquina para
respirar. Y con la mente totalmente lúcida.
Un sufrimiento para él y para su familia; sus hermanos no lo
han abandonado ni un solo día. Casi un año en el hospital y en
diciembre, decidieron llevarle a Toledo a la clínica de
parapléjicos y allí estuvo cerca de un mes adaptándole para
que pudiera salir del hospital.
Volvió a Cruces, ya tenía preparada la silla, ya respiraba por
si solo y sobre todo estaba contento de volver al valle. El
24 de enero falleció.
Siempre pensé que saldría de esta pesadilla, más propia de una
película de terror.
Un tímido pero
persistente rayo de sol golpea el ventanuco. ¡ BRAVO POR
VÍCTOR, 49 AÑOS DE UN SER NOBLE.!
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