EL PAISAJE MENÉS

 
     
 

El paisaje menés es compartido por muchas y diferentes miradas. Observar y tantear palmo a palmo 258 km2, que es la superficie de esta tierra, lleva su tiempo, yo diría que toda una longeva vida.
 


El paisaje cambia continuamente, los colores no son los mismos un día nublado que un día de sol. Los pueblos no son los mismos de un año para otro, siempre hay cambios.
Hay paisajes de primavera con los prados verdes  y los árboles con las hojas recién estrenadas.
Hay paisajes de verano con el Ordunte rosa fucsia del brezo florido.
Hay paisajes de otoño entre hayedos y robledales.
Hay paisajes de invierno con la Peña ligeramente “chamuscada”de blanco y en el valle casas con chimeneas humeantes.

 

   

Hay paisajes subterráneos, mas bien llamados “paisajes kársticos”. Adentrarse en las cuevas del valle y observar un paisaje totalmente diferente al exterior, donde el silencio se hace más silencio y donde las rocas muestran una quietud que te trasladan a un espacio que, en muchos casos, parece irreal.


EL PAISAJE MENÉS ES COLOR, UN COLOR INTENSO Y SIEMPRE LIMPIO GRACIAS A LAS LLUVIAS
 


Pero el paisaje va acompañado de sonidos que trasmiten sensaciones: sonidos de campanas que retumban en la Peña, cascadas que caen rompiendo el suelo, cantos de invisibles pájaros y en primavera y verano el zumbido del cortayerbas que no cesa ni un instante pises el pueblo que pises

 

 
 

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