EL MONTE
Los árboles por si solos no hacen monte. El monte es una comunidad
compleja de plantas, animales y otros elementos no vivientes,
ecológicamente relacionados entre si, asentado y en armonía con el
clima y el suelo.
Un monte es un ecosistema.
La masa boscosa del valle se agrupa en varios escenarios: las laderas
de la Peña, las vaguadas del Ordunte, Espalda Seca, los montes del
Orilla, San Bartolomé, Zocueto, San Miguel, Monte Redondo, Las
Callejas, Peña Lastra...
Las estribaciones de Irús, Ciella, Araduenga, Santa María, Artieta,
Lorcio, y numerosos rodales en las proximidades de los pueblos y las
orillas de los cauces fluviales.
Desde cualquier promontorio que nos asomemos veremos el valle
salpicado de prados y montes, cada vez más prados.
El valle de Mena cuenta con 258 kilómetros cuadrados, equivalentes a
25.800 hectáreas. De esta superficie, 19.000 hectáreas son superficie
verde. Esto nos da una idea de lo que prima en el valle: prados y
montes.
Los primeros bosques aparecen en la tierra en el periodo Devónico en
la era primaria hace 400 millones de año.
La historia del monte se complica con la aparición del hombre, hace
alrededor de un dos millones de años.
A partir de aquí, naturaleza y humanos caminan juntos. Teniendo
presente que el hombre necesita de la naturaleza para vivir pero ella
no tiene necesidad del hombre.
El roble es el árbol por excelencia del valle y el que más hectáreas
ocupa.
El valle de Mena, al igual, que tantos otros lugares cuenta con
árboles que por determinadas razones se veneran y cuidan.
Visitas obligadas para un menés y para un foráneo que entienda el
idioma de los árboles, son: el roble “Ganavidas”, el acebo de Ordunte,
el tejo de Angulo, el haya de Irús, el fascinante bosque de Laurisilva,
el arce de Angulo, los castaños del Monte Redondo.
Pero no solo estos árboles merecen una visita, cualquier pequeño rodal
boscoso que se encuentre puede ser el lugar ideal para, primero
encontrarse con uno mismo y luego disfrutar de todo lo que esa
naturaleza te ofrece. |