FLORA MENESA.
 

 
     
   

FLORA

 


   
“ El monte es ese museo, donde todos los días hay una obra de arte” que admirar. Nadie te molesta,  no hay horarios de cierre, los colores y los olores son auténticos. Los ruidos son música armonizada por los pájaros.

La temperatura y el ambiente son siempre agradables. Los arroyos rompen el silencio y el agua va pintando surcos que luego serán vergeles.
 Todos los instantes son cuadros vivientes, donde el color, la luz, la textura de las hojas, las sombras, los árboles, las rocas, el agua y los seres vivos que pueblan el monte son todos protagonistas por igual.”
 


 

El  clima del valle es considerado por muchos como microclima . Disfrutamos de un clima de transición entre el clima atlántico y clima mediterráneo lo que da origen a una amplia diversidad de flora y fauna. También hay que tener en cuenta, que la altitud media del valle no supera los 400 metros.
   Con temperaturas moderadas tanto en invierno como en verano, apenas nieva; lo que sí son frecuentes son las heladas tardías bien entrada la primavera.
Cuando llueve, llueve con ganas. Las primaveras menesas, por lo general, son lluviosas y algo frías
   A finales de mayo y el mes de junio son los momentos idóneos para disfrutar de la primavera en todo su esplendor.

 


EL MONTE
    

    Los árboles por si solos no hacen monte. El monte es una comunidad compleja de plantas, animales y otros elementos no vivientes, ecológicamente relacionados entre si, asentado y en armonía con el clima y el suelo.

Un monte es un ecosistema.

La masa boscosa del valle se agrupa en varios escenarios: las laderas de la Peña, las vaguadas del Ordunte, Espalda Seca, los montes del Orilla, San Bartolomé, Zocueto, San Miguel, Monte Redondo, Las Callejas, Peña Lastra...

Las estribaciones de Irús, Ciella, Araduenga, Santa María, Artieta, Lorcio, y numerosos rodales en las proximidades de los pueblos y las orillas de los cauces fluviales.

Desde cualquier promontorio que nos asomemos veremos el valle salpicado de prados y montes, cada vez más prados.

El valle de Mena cuenta con 258 kilómetros cuadrados, equivalentes a 25.800 hectáreas. De esta superficie, 19.000 hectáreas son superficie verde. Esto nos da una idea de lo que prima en el valle: prados y montes.

Los primeros bosques aparecen en la tierra en el periodo Devónico en la era primaria hace 400 millones de año.

La historia del monte se complica con la aparición del hombre, hace alrededor de un dos millones de años.

A partir de aquí, naturaleza y humanos caminan juntos. Teniendo presente que el hombre necesita de la naturaleza para vivir pero ella no tiene necesidad del hombre.

El roble es el árbol por excelencia del valle y el que más hectáreas ocupa. 

El valle de Mena, al igual, que tantos otros lugares cuenta con árboles que por determinadas razones se veneran y cuidan.

Visitas obligadas para un menés y para un foráneo que entienda el idioma de los árboles, son: el roble “Ganavidas”, el acebo de Ordunte, el tejo de Angulo, el haya de Irús, el fascinante bosque de Laurisilva, el arce de Angulo, los castaños del Monte Redondo.

Pero no solo estos árboles merecen una visita, cualquier pequeño rodal boscoso que se encuentre puede ser el lugar ideal para, primero encontrarse con uno mismo y luego disfrutar de todo lo que esa naturaleza te ofrece.

   

LOS ARBOLES SON BENEFICIOSOS SOBRE EL SUELO PORQUE ENRIQUECEN Y BOMBEAN NUTRIENTES, AUMENTAN SU FERTILIDAD Y DISMINUYEN LA EROSIÓN.

SON BENEFICIOSOS PARA EL CLIMA PORQUE CREAN AMBIENTES MICROCLIMATICOS, AMORTIGUAN LA RADIACIÓN SOLAR Y LAS OSCILACIONES TÉRMICAS, REPARTEN MAS HOMOGENEAMENTE LAS PRECIPITACIONES Y FRENA LOS VIENTOS...

DEPURAN EL AGUA (FILTROS VERDES).

SIRVEN DE HABITAT PARA LA FLORA Y FAUNA SILVESTRE Y EL GANADO.

NOS PROPORCIONAN MADERA Y POR CONSIGUIENTE PAPEL.

Y SOBRE TODO NOS PROPORCIANAN OXIGENO  PARA PODER VIVIR.

   

El monte debe de ser útil a la sociedad menesa, debe ser a la vez un orgullo para sus habitantes y una fuente de riqueza y no un espacio improductivo generador de rencillas y envidias.
Los incendios, las talas abusivas, las pistas forestales y la deforestación acarrean graves desequilibrios en los montes del valle.
En los últimos años se viene insistiendo para la colocación de generadores de energía eólica en todo el cordón montañoso del Ordunte.
Con el paso del tiempo, no será difícil que acabemos haciendo rutas turísticas a los molinos de viento, solo que en este caso, no serían los del Quijote.

A pesar de esto, se puede decir, sin temor a equivocarme, que el valle de Mena tiene ahora más masa forestal que hace 60 años y esto se debe, en buena medida, al abandono del monte. La población se ha diezmado, los hogares no necesitan leña para funcionar y los rebaños de cabras han desaparecido de los montes. Pero no hay que olvidar que las excavadoras hacen estragos.

En el Ordunte han existido unas normas que protegían el monte , he extraído una significativa:        “... que ninguna persona sea osada de cortar robre, ni aya ni encina ni espino ni acevo ni habellano ni borto en los seles (prados) so pena de 300 mrs. por cada pie...”
Ordenanza de la Noble Junta de Ordunte del 21 de diciembre de 1514.

Por mucho que se insista en el cuidado y respeto a los árboles y al medio ambiente, creo sinceramente, que después de conocer la larga trayectoria de estos “troncos inmóviles” quien realmente está en peligro es el hombre. Los árboles han superado drásticos cambios de temperatura, fenómenos geológicos y aquí siguen y eso que no pueden correr.

El hombre se ha incorporado mucho más tarde a la naturaleza y tiene mucho que aprender de los “troncos inmóviles”. No olvidemos  que el ser humano necesita de la naturaleza para comer y respirar. La naturaleza no necesita al hombre.
 

 

 
   
   
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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