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“La
casa menesa, en ella se abasteció la familia, tuvo su identidad dentro del
verde paisaje y fue un modelo de autosuficiencia económica, social y
agrícola. Es la vida y hacienda trasmitida de padres a hijos: LA HERENCIA”

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Describir en pocas palabras la
arquitectura vernácula del valle es complicado, no solo por la
abundancia de pueblos (60 pueblos y una treintena de barrios), sino
por las muchas y diversas influencias de las zonas limítrofes. Digamos
que cada valle, de los valles que forman Mena, tiene su idiosincrasia. |
Agua abundante, tierra para
cultivar y una climatología benigna son los tres pilares que busca el
hombre para asentarse en un pedazo de tierra, que en un principio será
aldea, luego alcanzará la categoría de pueblo y si prospera llegará a
villa como nuestra capital VILLASANA.
La mayoría de los pueblos meneses están asentados en las orillas de
los ríos y arroyos. Y orientados al sur, mirando a la Peña.
Hay otros, como Artieta, Maltranilla, Ordejón, Bortedo... que
disfrutan de unas vistas privilegiadas al encontrarse en laderas y
pequeños altozanos, situados lejos de las cuencas fluviales pero
protegidos de los vientos. |

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Unos se desparraman por la ladera como el caso de Araduenga, Villasuso,
Lorcio...
Y otros forman una línea horizontal : Ordejón, Viergol, Concejero...
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Los pueblos meneses son algo más que
casas de piedra, boñigas por sus callejuelas y viejos dormitando al
calor del sol en el poyo de la delantera de su casa.
Todos estos
pueblos, estas casas no serían nada sin esos interiores vividos.
Las estancias de
las casas menesas, como cualquier casa rural, guarda en sus adentros
un sinfín de esencias. |
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... Aquella mesa
pequeña medio carcomida de nogal en el pasillo, el jarrón de colores
que no se acaba de romper nunca, la lámpara que se tambalea cuando
alguien se deja caer en la butaca.
Y ese olor a leña
quemada al subir las escaleras y el ruido del chisporroteo de la
lumbre baja.
Aquel sillete en
el rincón de la cocina junto al fuego bajo donde la abuela dormitaba
día tras día y ahora vacío para siempre.
O esa vista desde
la ventana, tantas veces vivida de la Peña; unas veces con niebla,
otras con nieve, justo allí donde santa Cecilia tiene su morada.
Y ¿Quién no ha
curioseado a sus vecinos detrás de los visillos? |
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Estos y otros
muchos detalles van forjando la personalidad de la casa menesa. Un
estilo rústico, prolongación de generación en generación con
innovaciones arquitectónicas pero donde las piedras de la fachada no
olvidan su HISTORIA.
El interior de la
casa menesa se define en dos palabras: sencillez y funcionalidad.
En un principio,
la casa menesa fue diseñada para desarrollar actividades agrícolas que
luego pasaron a ganaderas por lo que la casa se tuvo que adaptar a las
nuevas circunstancias.
Hoy quedan pocas casas donde se desarrolle la ganadería dentro de
ellas
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De piedra caliza
unas y arenisca otras, con escasos vanos. El aparejo es de sillar en
los esquinales, bordes de ventanas y puertas y mampostería el resto.
Con tejados a dos o cuatro aguas y un aspecto pétreo, sus plantas se
distribuyen en tres alturas. La planta baja: la cuadra y el zaguán. La
segunda planta, la vivienda, y la tercera el pajar donde se almacenaba
la yerba y la paja para alimentar al ganado durante el invierno. |

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Los
materiales :
En los siglos XIV y XV,
el entramado de madera era la construcción más corriente y usual. El
entramado permite aligerar la carga de los edificios. La casa con
planta baja de mampostería o tapial y encima otra planta de entramado
de muros de pequeño grosor facilitando así la construcción de
huecos.
La madera
utilizada en los entramados exteriores ha sido el roble. En las casas
más pudientes (labradores hidalgos) se utilizó el castaño.
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Una vez en el
interior de la casa, el roble sigue utilizándose para las vigas. Los
muebles macizos se construían con nogal, cerezo, castaño, haya, pino
incluso con chopo.
Hay viviendas que por su envergadura, su
opulencia y sobre todo por la palmera plantada en el jardín delatan a
sus moradores, hablamos de las casas de indianos. El valle cuenta con
infinidad de ellas (Artieta, Araduenga, Concejero, Cadagua,
Paradores).
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Las casonas de
dueños pudientes ( terratenientes, nobles, dueños de ferrerías...) se
encuentran en Villasuso, Maltranilla, Nava, El Berrón, Irús...)
La arquitectura
del valle se complementa con todas aquellas edificaciones comunes a
los vecinos: lavaderos, fuentes, escuelas, potros de herrar, casas de
concejo, iglesias, humilladeros, hornos, ermitas...
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